martes, 4 de marzo de 2014

Capítulo 1 -Teenage Dirtbag


TEENAGE DIRTBAG. 1


Parecía que nadie había corrido las cortinas hoy, porque en vez de despertarme el despertador me han despertado los rayos del sol que se cuelan por el ventanal de mi nueva habitación. Esta era más grande y espaciosa que la que tenía en España, era uno de los pocos positivos que había encontrado mudándome a California. Apagué el despertador para que no sonara.
Me despojé de la multitud de sábanas y cojines que cubrían mi cama y me miré al espejo. Mi gran melena castaña se ondulaba en las puntas, era horroroso no tener un pelo definido, las raíces eran lisas y las puntas rizadas, a veces quedaba bien pero si no me tiraba una hora echándome productos en la cabeza parecía un experimento sin finalizar.
Aún era Septiembre y aquí, tierra del calor y las playas, aún hacía un calor sofocante, así que opté por ponerme unos shorts no muy alarmantes y una blusa blanca que no transparentase mi sujetador. Nada de maquillaje, odio con fuerza la mezcla de productos químicos que se echan todas las mujeres en la cara para aparentar una belleza que es mejor sin polvos, rayas y rímel. Me até mis viejas Converse blancas y me sacudí un poco el pelo, no me apetecía arreglármelo mucho aunque fuera mi primer día de instituto en Daly City.
Bajé las escaleras del adosado y entré en la cocina. La casa era blanca y en tonos azules y verdes como si el mar que había a unos metros de la casa hubiera entrado dentro y lo hubiera decorado todo con sus tonalidades. Había que admitir que la casa era una monada, la pena es que fuera del gilipollas de novio de mi madre.
-Buenos días galletita, ¿que tal has dormido?- Me saludó Jimmy en cuanto abrí la puerta de la cocina. Os juro que me entraron náuseas.
Un chico alto, rubio, ojos grandes y grisáceos yacía con un solo albornoz, y esperemos que con unos boxers también, cubriendo su piel. El chico estaba de buen ver, eran unos 29 años muy bien llevados, los músculos se abrían paso sobre su piel y el tono bronceado característico de un californiano inundaba su piel. Hubiera sido incluso un buen partido para mí, si mi madre no lo hubiera visto primero.
-Jimmy, ¿tengo que recordarte que ya tengo 17 años o puedo coger mi desayuno y largarme de aquí antes de que baje mi madre y os deis el lote?- Se río y cerró la nevera con un bric de leche en la mano.- Eh, ¿qué haces con mi albornoz, Jimmy?
-Zack, me llamo Zack querida.- Y le dio un sorbo al bric sin dejar de mirarme.
-Jimmy,- Aclaré- ¿Y? ¿Qué haces con mi al-bor-noz?- A mi me daba igual como se llamase. Me daba igual el nombre de todos los hombres que han pasado por el jardín de las delicias de mi madre y han conseguido conquistarla, yo siempre los llamaré Jimmy.
-No tengo ropa limpia, sabes que se nos ha roto la lavadora, si prefieres que vaya desnudo por la casa solo tienes que pedirlo cielo.- Me guiñó un ojo mientras buscaba un vaso. Estuve a punto de vomitar la galleta, advertí. 
El encantador de Jimmy era la nueva conquista de mamá, una de sus muchas conquistas. Pero esta había llegado demasiado lejos, a parte de jóven, era un chulo, un prepotente y un gilipollas en toda regla. No aguantaría mucho tiempo con él si alguno de los dos no cambiaba, y no iba a ser yo quien lo hiciera.
-Te regalo el albornoz.- Suspiré al tragarme la segunda galleta.
-Que detalle de tu parte.
-No me lo iba a quedar...- Pensé en voz alta. Me levanté de la mesa, no podía desayunar más con el imbécil plantado en pelotas y con mi albornoz delante, una galleta más y la vomitaría. Recogí la mochila de la entrada y avancé hacia la puerta.
-Hombre esto es la convivencia, ahora todo es de todos.- <Sí, mi madre antes era mía y ahora es tuya>- pensé esta vez para mis adentros.
-Ya, pero si no quieres que ponga posters por toda la casa y te la revolucione haz caso a una norma: No vuelvas a tocar mis cosas, y yo te dejo gritar cada vez que llegues al orgasmo.
-Perdona, es mi casa.
-"Ahora todo es de todos".- Le burlé con su voz de niño pijo.- Que tengas un buen día Mamá.- Grité al abrir la puerta.- ¡Adios Jimmy!
-¡Es Zack!- Ups, se cerró la puerta.
El adosado que hacía una semana se había convertido en mi hogar daba directamente a la playa de "West Coast Beach". Antes de ir al infierno del primer día de instituto me disponía a dar un paseo por la playa y que el mar me relajara un poco los nervios. Me desaté las Converse y bajé las escaleras hasta la arena. Los minúsculos granos de arena se colaban entre mis dedos de los pies. Respiro hondo intentando coger el máximo aire que mis pulmones sean capaces de retener y lo guardo en mi pecho unos segundos para luego soltarlo de golpe. Mucho más tranquila.
Con las Converse en la mano eché a andar hacia la orilla. Para ser las ocho de la mañana había demasiada gente por ahí pululando. La mayoría eran adolescentes del rango de mi edad, todos en bañador y con un perfecto bronceado de piel. Pese a que España en verano el sol pega fuerte, en comparación con todos los de aquí yo parecía más blanca que una polaca. Todos iban de marca, era el universo de los pijos. Mi madre debería hacerme muchas tortitas de desayuno para recompensarme el haberme traído a este lugar, no iba a encajar pero no hacía falta darle muchas vueltas para saberlo. Todas las chicas iban en biquinis y triquinis que no dejaban espacio a la imaginación y yo era feliz con llevar una blusa con algo de escote. Si esto fuera un <<Encuentra las 7 diferencias>> no habría tiempo suficiente para acabar de encontrar todas las diferencias entre todas las Barbies y Ken´s y yo.
Dejé de darle vueltas y me concentré en el sonido de las olas al romper, en la sensación de cuando el agua tocaba mis pies. Daba igual si no encajaba, era solo un año de instituto, al siguiente me graduaría y me iría a alguna universidad, con suerte de vuelta a España con mi antigua vida, que por fortuna, encajaba por completo con como yo era.
Y de pronto, algo me golpeó con tanta fuerza en la espalda que caí de bruces contra la arena. Salí por completo de mis pensamientos al notar media playa en mi boca.
-¡Hostias tío! Has dado a alguien.- Grita alguien a mi espalda.
-Pain has dado a una chica.- Vitorea otra voz.- Está a cuatro patas, dale cómo tu sabes. Deja la marca de la casa.- Y estalló en carcajadas, unas carcajadas tan bestiales que retumbaron por toda la playa.
Al oír todo aquello recuperé mi mochila del suelo y me levanté como buenamente pude, aunque con el orgullo un poco jodido. Ya veo que California tiene dos normas que todo el mundo parece seguir como si fueran el patrón de su vida:
1- No lleves más de un 20% de tu piel tapada, menos es más.
2- Si llevas algo colgando entre las piernas no pierdas la oportunidad de enterrarlo en el primer hoyo que encuentres, cualquier orificio es bueno.
Me sacudo la arena de las piernas y los brazos mientras me pienso unas cuantas palabritas que gritarle a la cara al idiota que me haya dado.
-¡Capullo!- Grité girándome. Pensaba alargar el discurso de insultos un rato más, pero algo me atrapó y me dejó sin respiración. Dos enormes ojos marrones me miraban como si me fueran a comer con la mirada, y había una gran sonrisa, que a su vez, iluminaba aquel flamante rostro y le hacía unas pequeñas arrugas bajo aquellos ojos. Llevaba un bañador azul marino que dejaba al descubierto un torso propio de un dios griego, toda la composición que aquel tío formaba era equivalente a la de un dios, un dios que no me importaría dar culto.
Me obligué a mí misma a reaccionar antes de desfallecer ante él. Al final California no iba a estar tan mal como me esperaba. Me di cuenta que tanto él como el séquito de tíos que lo rodeaban llevaban tablas de surf atadas a sus muñecas. Maldita sea, me había topado con los dioses de las olas de Daly City.
-¿Vas a decir algo más, preciosa, o ya puedo disculparme?- Su voz era divertida. Tras él todo su grupo de semidioses se reían entre dientes o por lo bajo. Se me ocurrían muchas cosas que espetarle, pero era incapaz de articular palabra sin balbucear y enterrar mi orgullo, todavía más, por debajo de dónde ya estaba, así que muy elegantemente levanté la cabeza, me coloque de nuevo la mochila sobre el hombro izquierdo y giré sobre mis talones para renaudar mi marcha. Al girarme empecé a escuchar todos los gritos y como seguramente todos empezaban a pegar amistosamente a el dios californiano que por un momento me había arrebatado del mundo real y me había llevado al encoñamiento explosivo.
Por cada paso que daba millones de granitos de arena presionaban las plantas de mis pies provocándome cosquillas, y de vez en cuando las olas me acariciaban los pies. Daly City, la parte de California en la que estábamos, se caracterizaba por el calor y las puestas del sol pero el agua del océano era tan fría que no encajaba en todo el entorno.
Hacía mucho que los chicos ya no me llamaban la atención de este modo. Después de una larga lista de intentos y dos fracasos de relaciones serias, llegué a la conclusión de que los tíos no sirven para nada más que darlo todo en la cama. No soy puta, ni una obsesionada del sexo de esas pero por mi propia experiencia sé que si un tío se mete en una relación se puede perder la chispa del amor en cuestión de días. En cuanto un chico se involucra en una relación no sabe cómo cumplir su función de novio, solo te sigue penetrando más, con suerte con más frecuencia, ¿pero es eso lo que debe hacer tu pareja? Pista, no.
Tampoco es que quiera al típico novio empalagoso, que te regala bombones y flores a todas horas, ni mensajes cada cinco minutos, quiero que me deje respirar pero que a la vez sepa como quitarme el aliento, quiero un chico que ría a todas horas, y me haga reír, que sepa lo que decir en el momento justo, y que prefiera pasar una tarde conmigo antes que encerrado en su casa con algún videojuego.
Pero por desgracia lo que pido es más difícil a que un niño vea a Papá Noel. No sé, pero todos los chicos parecen haberse creado con el mismo molde, todos piensan lo mismo y son físicamente casi iguales, el día que vea al tío que me descoloque todos los esquemas mentales, que sobresalga entre todos, sabré que es el mío.
-Perdona, eh, ¡perdona!- Grita una voz tras de mi. Hago caso omiso y sigo andando.- ¡Preciosa!
Una mano se cierra en mi brazo y me frena. Miro los dedos largos y grandes que me aprietan el brazo y al girarme lo veo, al dios de piel tostada. Saca a relucir una increíble sonrisa que amenaza con volverme adicta.
-Oh, gracias por pararte, preciosa. Siento haberte dado, la tabla es nueva y más grande de lo normal, además no controlo mucho mis movimientos sobre la tierra...- Me miro el brazo por miedo a volver a mirarle a los ojos y perderme en ellos otra vez.-... sino son en la cama.- Me guiña el ojo y siento la sangre hervirme bajo las venas.
-Ya veo, los tíos no servís para otra cosa.- Digo con total suficiencia. Enarca las cejas y mira al mar.
-Cariño, fliparías con las cosas que soy capaz de hacer en el agua.- Y vuelve a mirarme, ensanchando aún más su sonrisa. 
Me deshago de su agarre con brusquedad. Por una extraña razón siento que algo de mi interior me ata a él, me empuja a tirarme toda la mañana hablando con él bajo los cálidos rayos de sol de Daly City, pero por desgracia sé que no puedo, él tiene mejores planes y doscientas chicas más antes de querer estar conmigo. Además esto es California, aquí vale más una teta que una sonrisa. 
-Me alegro por ello, ¿por qué no te vas a practicar entonces?- Y cruzo los brazos mientras le miro a los ojos, después al mar y de nuevo a sus ojos. Lo de pillar las insinuaciones no es su fuerte, porque no mueve ni un sólo músculo y además, no me ha quitado la mirada ni un momento y su sonrisa no ha desaparecido en ningún momento lo que me pone nerviosa cada vez que me rindo y la veo. Ya no lleva la tabla de surf pegada a su torso, la habrá dejado con su grupo de amigos.
-Porque sería perder el tiempo teniendo a una chica como tú andando por mis playas.- Y por si no podía más, ensanchó de nuevo su sonrisa haciendo aparecer unos dulces hoyuelos a ambos lados de su sonrisa.
-Ah, ¿qué son tus playas?- Apoyé todo mi pesó sobre una pierna dejando que un aire de chulería me invadiera.
-Se ve que eres nueva aquí. Soy Pain, por aquí me llaman el rey de estas playas, ya sabes por qué.
Sin pretender ser muy cruel, ver a los tíos en estas situaciones me encantaba, se hacen los chulitos, te enseñan todas sus habilidades para impresionarte mientras tu miente piensa <<Pobre chaval, otra noche a solas con su mano>>.
-¿Por surfear?
-No lo dices muy convencida.
-Es que no me parece que por jugar con unas olas todas las playas sean tuyas. 
-Si me vieras surfear se te caerían las bragas, preciosa.
-Ahhh- Digo con desdén.- En ese caso me alejo de tus dominios. Quiero las bragas en su sitio.- Y le hago un saludo militar con la mano en la frente antes de girarme para salir de la playa.
-Te espero en la próxima competición, te dedicaré el trofeo, cariño.
-Búscate a otra.- Le grito sin girarme a volver a verle. Pero sé que se ha quedado parado sin salir corriendo tras de mi, punto positivo.
-¿Me das tu número, preciosa?- Grita al ver que sigo alejándome.
-Sólo lo doy para emergencias, lo siento.- Y me permito girarme, me encojo de hombros y le dedico una sonrisa de <<Lo siento, otra vez será.>>. Reanudé mi camino después.
-Me estoy muriendo por volver a verte, ¿cuenta eso como emergencia?- Me río para mis adentros y me obligo a no girarme y salir corriendo a sus brazos. Pero no puedo eludirlo más y me doy cuenta de lo rápido que late mi corazón, lo nerviosa que estoy y lo que me tiemblan las manos y piernas. ¿Por qué ha tenido que ser él el que rompiera todos mis esquemas?



Veinte minutos más tarde el autobús, abarrotado de adolescentes de todas las edades, paró frente a mi nuevo instituto. Toda la masa de hormonas con mochila bajó despavorida del autobús como si hubiera estallado una bomba en su interior. El autobusero resoplaba mientras se acariciaba la frente como si estuviera harto de su trabajo y de la panda de críos que tenía que conducir hasta el instituto, espero no acabar algún día así.
Salí de las últimas y casi me quedo sin respiración al ver el enorme edificio que se erguía sobre mi. Era inmensamente grande e impresionante. Tenía cinco plantas así a simple vista, era de piedra blanca y con un estilo barroco, hubiera jurado que había salido de algún cuento de princesas de los que leía a mis primas en España.
Todas las plantas tenían grandes ventanales, no como las pequeñas ventanas a las que estaba acostumbrada a ver en los institutos. Y en la entrada había unas grandes explanadas de hierba y en la derecha yacía un busto de piedra con el nombre del instituto en letras grandes e inscritas en la piedra "High Arts School of Daly City". Era el mejor instituto de artes a 100 km a la redonda, y en persona aún más, sin duda fue lo mejor que mi madre pudo hacer por mí al llegar aquí.
Todo el mundo estaba tirado o saltando por las explanadas de césped con las mochilas y los libros en la mano. La mayoría se estaban abrazando o no paraban de hablar, los típicos reencuentros de después del verano. Fue entonces cuando me di cuenta de lo mal que se pasaba cuando todo el mundo tenía sus grupitos creados, sus amigos, sus reputaciones, sus vidas creadas y tú simplementes vagabas entre todo el mundo intentando pasar desapercibida. 
Continué andando un tramo más hasta que, con suerte, encontré un banco de piedra vacío entre toda la multitud que atestaba los jardines de entrada a la espera de que abrieran las puertas del centro. Parecía muy extraño que entre tanta gente hubiera un banco frente a la puerta de entrada vacío, pero no iba a ser yo quien dejara escapar los pequeños golpes de suerte que el lunes me brindaba.
Me senté y empecé a observar a todo el mundo, una escuela de artes como esta exigía un alto nivel, incluso te sometían a unas pruebas de admisión para entrar (pruebas que pasé nada más aterrizar en California, al parecer mi voz empezaba a abrirme puertas).
-Eh, tú pringada, ¿y esto de sentarte aquí? ¿Qué te crees que eres? ¿Importante?- Levanté la vista lo justo para darme cuenta de que el banco vacío no había sido un golpe de suerte, sino lo contrario. Un rubiales de ojos claros estaba frente a mí, con los brazos cruzados y mirada desafiante. Tras él había el típico grupito de niños ricos y idiotas, cómo no, con sus amiguitas, todas con menos ropa de la necesaria.
-Eh... ¿perdón? ¿Hay algo de malo en que esté aquí sentada?- Lo malo de estas situaciones no era que me hicieran daño o que me hundieran, es que sacaban mi furia interior, esa que pretendo tener enjaulada bajo las entrañas de mi ser. Lo que pasa es que lo tipos como él siempre abrían la jaula y dejaban que mi carácter se apoderara de mi.
-Sí, hay un graaaan problema.- Dijo el gigante de ojos claros.- Que este es nuestro sitio.
-¿Pone en algún lugar tu nombre o el de tus amiguitos?- Y la jaula se abrió.
-Luke, se te está rebelando.- Gritó la rubia que le sujetaba del brazo. 
-Mira idiota,- Dijo acercándose un poco más a mi, para desgracia de él yo no me intimidé.- se ve que eres novata y no sabes nada de este instituto, pero te voy a dar dos consejos porque hoy me siento generoso: 1- Nosotros somos los que mandamos en este instituto, y adivina qué, ningún pardillo nos planta cara porque entonces su vida en este instituto puede ser peor que lamentable.- Tras él todo su grupo de tíos rompe-camisetas empezaron a reírse, disfrutando del espectáculo que le estábamos dando, bueno no sólo a ellos, unos cuantos curiosos también se acercaron a contemplar la escena. Pero tras ellos había un chaval cabizbajo que me llamó la atención.- Y 2- Este al igual que otros muchos sitios más, es nuestro- Se acercó un poco más.- así que...
Pero no le dio tiempo a acabar la frase porque una mano me sujetaba del brazo y tiraba de mí. Me levantó del banco y me arrastró tras él unos cuantos árboles lo suficientemente alejados para dejar de oír sus risotadas. Yo al momento retiré con demasiada brusquedad el brazo de su mano para deshacerme de su agarre.
-Lo siento.- Murmuró el chico. Levanté la mirada y juro que sentí desfallecer. Nunca había visto unos ojos tan azules, azules como el mar, me miraban de soslayo. Aquel chico medía como 5 cm más que yo, no es que fuera una enana, pero a su lado es lo que me hacía parecer.- Soy Niall, Niall Horan. No sé por qué me presento como James Bones, porque soy Niall, pero bueno... encantado.- Y me tiende su mano, se la estrecho y él esboza una sonrisa.
-Encantada... ¿Niall?
-Ajá, se pronuncia Nayal.
-¿Irlandés?
-Sí, ¿tú?
-Española.
-Ah, ahora se de donde viene ese carácter.- Y me regaló otra sonrisa. Su pelo rubio brillaba aún más cuando el sol lo alcanzaba. Aquí todo el mundo era rubio, debía ser de las pocas morenas naturales y no teñidas.
-¿Por qué me has sacado de allí?- No sabía si estar enfadada o agradecida de que me hubiera sacado de todo aquello.- No había terminado con él.- Y me apoyé en el árbol.- Ríete cuanto quieras, no iba a obedecer al gilipollas rubiales.
-Rubio teñido que es peor.- Bromeó Niall.
-Uff, si es teñido entonces déjame que vaya a patearle un poco el culo.- Se río y por un momento agradecí al cielo que no fuera la risa atronadora que te hacía temblar como la que todos los tíos tenían por aquí. Era una risa dulce y contagiosa que me arrancó a mí también una carcajada.
-No te he sacado de allí por ti, sino por él, con ese carácter tenía miedo de que acabaras matándolo.- Y ahora soy yo la que se empieza a reír.- No en serio, has sido muy valiente. Como rey de los frikis de este instituto me declaro fan tuyo.
La alarma que marcaba el principio de las clases tocó y todo el mundo se encaminó a las puertas de entrada.
-¿Vamos?- Y me señaló la puerta. Asentí y me encaminé junto a él al comienzo del primer día de clases.
-Por cierto, soy el presidente de tu club de fans y aún no me sé ni tu nombre, ¿es eso legal?
-No lo creo, siéntete un rebelde.- Me dio un golpe cariñoso en el hombro y me sacó la lengua.- Me llamo Alexi... Llámame Alex.
-Mmmm... Alex, me encanta tu nombre.
-Gracias Nayal.
-¿Por qué pronuncias mi nombre como si fueras un león marino?
Exploté en carcajadas al oír aquello, ¿era siempre tan alegre? Saludó a un par de chicos pero no se fue con ellos, no se separó de mi ni un instante como si tuviera miedo a que me perdiera entre la multitud. Por una parte se lo agradecí, tenía miedo de si al perderme no pudiera salir entre la masa de tanto cuerpo.
-¿Eso es un cumplido?
-Es lo mejor que escucharás en todo el día.- No sabía como tomarme eso, pero al verle la primera vez supe que iba en serio en lo de ser el rey de los frikis del instituto, llevaba una camiseta sin mangas del grupo Guns And Roses junto con unos vaqueros rotos y unas vans viejas, cuando todos los demás tíos estaban enfundados en polos de Hollister y Ralph Lauren. Sabía que él había vivido en algún momento eso de ser el novato, y por su comentario suponía que no se pasaba muy bien. Aún así, él se salía del marco de todo aquello, y por eso no quería separarme de él, era igual de diferente que yo. ¡Y además le gustaba Guns And Roses, mi grupo favorito.
-En ese caso, gracias rubiales. Por cierto, tengo que preguntartelo si no quieres que explote. ¿Eres rubio natural?- Me miró desafiante y me hizo una seña para que me acercara a él.
-Eso es confidencial, tendrás que soportar que te enseñe todo el instituto y las aulas especiales a la hora del almuerzo a cambio de que te cuente eso.- Y me guiñó un ojo.
-En ese caso, ¿a qué hora nos vemos?
-En cuanto toque el tercer timbre reúnete conmigo aquí en la puerta de entrada, pero aviso, no paro de hablar, tú sabrás si quieres arriesgarte a conocer mi secreto.
-No te preocupes por eso, no ves que soy muy buena en defensa, si hablas demasiado una patada ahí abajo es suficiente para hacerte callar.- Y él como acto reflejo se protege con ambas manos sus partes bajas lo que me hace reír de nuevo.
-Controlaré mi lengua entonces.
-Maravilloso.- Y volví a reír.




FIN DEL CAPÍTULO 1.

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Muuy buenas a todo el mundo. 
Y con este capítulo damos la bienvenida a la quinta novela de este blog, "Teenage Dirtbag" uehhh *aplausos*
Me hace mucha ilusión volver a empezar otra novela aquí, y con gente incluso que me lleva siguiendo desde el principio :)
Bueno esta novela empieza un poco floja, pero no os preocupéis va a ver tantos líos que os va a faltar aire para respirar. 
Como pista os voy a decir que toda la novela va inspirada en uno de mis hobbies, cantar. Bailar es mi otra gran pasión pero como la de Louis, Chloe era bailarina no quería volver a repetir, así que en esta va a ser el canto lo que va a definir a la prota, Alex.
Esta novela a su vez va a ser muy diferente a todo lo que he escrito antes, sin tantas muertes ni tantos dramas, quiero que sea super emotiva y romántica, pero a la vez tan intrepidante que os enganche desde un primer momento :)
La música como veréis va a dar mucho juego, porque soy una gran adicta a ella y porque es inevitable aceptar que la música es magia, hace cosas imposibles, en este caso emparejar a dos personas, pero, ¿sabéis quienes son esas dos personas ya?
Bueno pues aquí os dejo el capítulo, espero que lo disfrutéis, y que os enganche a esta novela :)
Muuuuuuuchos besos Xx




1 comentario:

  1. Haber haber haber.
    Aqui estoy. ¿Tarde? Ya lo se. Pero ya me conoces. El tiempo y to..bzzz...no nos llevamos miy bien.
    ¿Sabes? no creo que en un asqeroso comentario que solo se puede llenar con letras pueda explicar toood lo q me haces sentir con tus historias. A mi y supongo q a todos los fans de tus novelas. Pero bueno yo si eso lo intento.
    1. Logras q cualquier problema que ronde mi mente desaparezca cada vez q empiezo a leerte.
    2. De donde te sacas esta cacho ideas? ! Yo por mucho q lo intentara no te llegaria ni a las suelas de los zapatos.
    3.Para explicar mi tercer punto necesitaria abrirme en canal el pecho y la cabeza y volcar todos los sentimientos q creia desaparecidos y q han vuelto ha la vida cad vez q leia un capitulo.
    Voy a firmar como anónimo, solo espero q me reconozcas.
    Te quiero

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