miércoles, 1 de octubre de 2014

Capítulo 1 -The Cecilia's Untitled Project (HOT)

The Cecilia's Untitled Project


Rosa.
El palito que acaba de comprar en la farmacia y que aún está húmedo tiene dos rayitas rosas. Cecilia empieza a notar sudores frios que recorren su espalda de arriba abajo como una suave caricia helada. Le tiembla el pulso. Y alguien empieza a aporrear la puerta.
-¡Ceci! Da señales de vida antes de que me arranque las uñas a mordiscos.- Grita Ingrid sin dejar de dar golpes.
-Déjala que se tome su tiempo, no seas tan bruta Ingrid.
-Oh vamos, esto es como un show... ¿estará embarazada o sólo serán nauseas porque ha cenado un sandwich de Amber? Lo descubriremos después de la publicidad.- Y le dedica una sonrisa a una cámara imaginaria.
-¿Esperas que alguien te responda o..?
-Estoy embarazada.- Dice abriendo la puerta.
El test se cae de sus manos y rebota en el suelo, pero ninguna se agacha a recogerlo, no dan crédito a la situación. Mira a sus amigas de soslayo, viendo sus reacciones y esperando a que alguien haga algo, pero ambas están paralizadas. La sonrisa de la risueña Ingrid ha desaparecido y Amber parece más blanca que de costumbre. A Cecilia ninguna de las dos cosas le hace presagiar nada bueno.
-¿Pero no usábais condones?- Se atreve a decir la rubia.
-No sé...- consigue decir a pesar del aturdimiento.- No sé, han sido tantas veces y tan rápido algunas que ya no recuerdo bien..
-Tía, pero... ¿quién es el padre?
Hubo un silencio y Ingrid fulminó con la mirada a Amber por la tan inoportuna pregunta. Cecilia posó la mirada en el test ya en el suelo y empezó a notar como su cabeza se desconectaba, la vista se la nublaba. Se apoyó en la puerta del baño y inspiró muy fuerte.
-No lo sé.


*3 MESES ANTES*

Una vez más es Navidad. Y como al director de la universidad parece adorarle esta celebración todo en el edificio son luces de colores y simbolitos navideños. De vez en cuando algún estudiante singular se pasea por los pasillos canturreando villancicos. Y Cecilia detestaba todo eso
Odiaba que se tomarán tan poco en serio la institución de la universidad y hicieran que todo pareciese un instituto americano, ¿qué era lo siguiente, taquillas forradas con chicos sin camiseta? Por dios, era insoportable.
La antigua Cecilia estaría por ahí cantando también con los idiotas de primero o sonriendo viendo todo el ambiente que se respiraba, pero hacía mucho tiempo que esa Cecilia había desaparecido.
Desde que entró en la universidad empezó a tomarse todo mucho más en serio, quería aprovechar la oportunidad de estudiar en una universidad tan importante como esa (aunque no lo pareciera en absoluto), quería trabajar duro para sacarse sus estudios y conseguir ser la mejor en su trabajo. Dejó de beber, dejó de salir todos los fines de semana de fiesta hasta las tantas y dejó a todos los chicos con los que salía a la vez para salir con Xabi, un catalán muy mono, pero ahí acababan sus cualidades
Era más aburrido de lo que imaginaba que podría llegar a serlo alguien, es muy... familiar, desde la primera cita la hizo conocer a sus padres y familia, y bueno lo que era sexo, ni bueno ni abundante. 
Le conoció el primer año en la clase de Política, le vio guapo y formal, a lo mejor demasiado formal de lo que quería y menos guapo de lo que pensaba. 
Pero bueno, estar con él oficialmente la hacía no pensar en más chicos por serle fiel y eso implicaba no descentrarse de la verdadera meta en su futuro, ser la mejor periodista de su generación.
Se tomaba tan en serio todo esto que su nota media no bajaba del 9. A veces era duro, pero se acabó acostumbrando.
-Sabes, tienes los ojos más bonitos que jamás he visto.- Le dijo dándole un codazo su compañero de Escritura y Redacción.
Cecilia lo miró, sin sentimiento alguno en su mirada y volvió a dirigir la vista a su cuaderno.
-Yo también pienso que mis ojos son maravillosos.
-¿Te apetece acompañarme a la fiesta de fin de semestre de esta noche?- Insistió el muchacho.
-Sí, mis ojos son maravillosos.
-Osea que la leyenda es verdad.
No pudo evitarlo y le miró. Ahora yacía una pizca de curiosidad en su interior, él sonrío al ver que había captado su atención.
-Sí, ojos bonitos, es verdad.
-¿Qué leyenda?
-Que detrás de tu cuerpazo y tu belleza tan...- La dio un repaso de pies a cabeza con la mirada y volvió a dirigirse a ella.- increíble, no hay nada más que una estirada a falta de un buen polvo.
Cecilia bufó y miró a otro lado. No era la primera vez que le decían eso, ninguna de las dos cosas.
-Tengo novio.
-Pues no hace bien su trabajo.
-Eso a ti no te importa.
-Sólo te digo que deberías sacarle el jugo a la vida, sé que en el fondo tienes un lado salvaje que no quiere ser así, todos lo tenemos.
-El tuyo está a flor de piel, eh.
-No me gusta malgastar las oportunidades que puedo aprovechar.
La guiñó un ojo y volvió a sus tareas. Ella se quedó boquiabierta mirándole sin dejar de creérselo, vaya filosofo, pensó. 


Una hora más y sería libre para poder disfrutar de unas buenas vacaciones de navidad, bien merecidas por cierto. Podría disfrutar de uno de los mejores planes para un viernes, tumbarse en el sofá a ver un maratón de películas.
Pero aún quedaba una hora más que soportar las decoraciones navideñas de los pasillos. Aunque nada era más repelente que el despacho del director. Lo comprobó cuando al pasar por secretaría la hicieron pasar al despacho, al parecer el director llevaba buscándola toda la mañana.
-Ya puede pasar.- La dijo Antonia, la secretaria principal.
-¿Alguna vez me tutearas?- La dijo a la mujer. Ella esbozó una pequeña sonrisa.
-Se te ve tan formal jovencita, nunca me acostumbraré a tratarte como tal.- Segunda vez en el día que la llamaban así. A veces molestaba, pero luego se olvidaba de ello y se ponía a trabajar.
La mujer se deslizó dentro de su cubículo y dejó la puerta del despacho abierto, ella entró.
-Buenos días don Francisco.
-Buenos días, cierra la puerta por favor y siéntese señorita Fernández.- Obedeció y se sentó tras cerrar con suma delicadeza la puerta. Cuando se trataba de ver al director siempre hacía todo tres veces más delicado, no sabía por qué. No era el típico director que una espera encontrarse en la universidad, un señor viejo y curtido, con su barriga y sus gafas. Bueno las gafas sí las tenía, pero a diferencia de las expectativas era un hombre alto y muy delgado, con apariencia sabía pero tierna, con algunas canas ya aparentes en su pobre cabellera y su corbata siempre bien anudada y prieta.
-Verá, sus notas son básicamente maravillosas. Sabe que puede optar a una beca ERASMUS...
-Sí lo sé, pero estoy muy cómoda estudiando aquí.
-Lo sé, pero veo algo en usted sabe. Un instinto, una corazonada, llámalo como prefiera pero siento algo. Se toma muy en serio su labor de trabajarse un futuro, pero para conseguirlo a veces hay que arriesgar un poquito. Todo buen periodista necesita tener un instinto aventurero, salvaje, curioso... algo que le haga ir a buscar las noticias y conseguir las mejores, y aquí no lo está trabajando. Esto es más importante que cualquier estúpida asignatura que estudie.- Se río ante la cercanía con la que le hablaba. Él sonrió también y se quitó las gafas apoyando los codos en la mesa.- Por eso me he tomado la libertad de apuntarla a las becas ERASMUS.- Cecilia se sobresaltó ante aquella noticia y antes de que pudiera decir algo él siguió con su discurso.- La verdad lo llevó pensando bastante tiempo, pero hace unos meses tomé la decisión de intentarlo. No suelo presentar muchos alumnos a estas becas ya que es muy difícil conseguirlas, pero la navidad nunca falla, y has sido aceptada. Tienes una beca para ir a estudiar un año a Amsterdam.
El silencio se hizo en la sala. El director esperaba ansioso su respuesta, sonriendo más que orgulloso ante aquella noticia, pero Cecilia no podía sentirse igual.
Estaba abrumada ante la masa de pensamientos que inundaban su mente en esos momentos. Sabía que era buena en lo que hacía, estaba cien por cien segura de ello y sabía que tenía ese instinto del que hablaba, no tenía que irse a Amsterdam para demostrarlo.
Se levantó indignada de su silla y miró fijamente a los ojos a su director.
-Muchas gracias por la oferta pero como le he dicho estoy más que contenta estudiando aquí. Si hubiera querido ir a Amsterdam yo misma le hubiera comunicado mi petición, pero no fue así. Muchas gracias, de verdad, pero no.
-Cecilia... piensatelo una vez más, no necesito una respuesta inmediata. Puedes comunicármelo a la vuelta, pero por favor estudialo.
-No hay nada que pensar, no voy a ir a Amsterdam. Felices fiestas.- Y salió por la puerta, pero siempre con cuidado de no hacer demasiado ruido al cerrarla.


Al llegar a su casa su madre tenía ya la comida en la mesa. No tenía ni idea de por qué aún no se había independizado. Ah sí, porque la única vía de escape de esa casa de muñecas era mudarse con Xabi y bueno, su madre al menos le tenía la comida lista.
Se sentó y esperó a que su madre y su abuela se sentarán con ella. Empezaron a comer.
-Cariño, sabes que este año celebraremos la nochevieja con la familia de Xabi.- Mira a su madre que está expectante a su reacción, Cecilia se  encoje de hombros y vuelve a su plato de pasta. 
-Me lo dijo él, hace unas semanas... ya tiene pensado hasta la ropa que nos vamos a poner. Nos vamos a conjuntar.- Dice y una sacudida baña su cuerpo, deja caer el tenedor en la mesa, se ha quedado sin hambre ante la idea de una cena de nochevieja con ambas familias y Xabi y ella vestidos iguales. Se le ha quitado el hambre para el resto de su vida.
-Ceci, ese chico no es para ti.
-¡Abuela!- Exclama su madre. 
-Sí hija, no me grites.- Cecilia mira a su abuela con una sonrisa en la cara y se apoya en una mano para escucharla.- ¿Le has visto? Parece una lechuga viviente, es como si le hubieran quitado la chispa de la vida y mi Ceci es la diversión en persona. Desde que estás con ese chico no eres la misma...
-Abuela, Cecilia ha cambiado a mejor.- Su madre la mira enfurecida como si lo que estuviera diciendo su abuela fuera una idea descabellada, pero no anda mal parada.- Xabi te ha hecho mucho bien cariño, es un chico muy civilizado, inteliente, culto, guapo...- Y dice está última palabra con un énfasis especial.
-Lo sé, lo sé, en estos dos años y medio no has parado de repetirmelo. Pero no sé, a veces siento que necesito un poco más.
-¿Pero que es lo primordial en esta importante etapa de tu vida?
-Mis estudios mamá, mis estudios.



Y llegó Nochevieja. Fin de año, miles de recuerdos en la mente y miles de promesas y propósitos rondando por todos lados.  Sus amigas Anna, Carlota y Dudu la habían estado llorando para que fueran con ellas a la fiesta desmadre de fin de año, pero no fue. Y ahí está Cecilia, en el ático de Xabi, con ambas familias dispuestas en la mesa del comedor, todos bien vestidos, educados y sonrientes, ella presidía la mesa, con Xabi a un lado y su madre al otro. Todos escuchaban a su madre decir lo bien que le iba en la universidad, toda la familia Granolloers asentía y la dedicaba sonrisas de enhorabuena y felicitaciones mientras ella le dedicaba miradas de socorro a su padre que se encogía de hombros y la dedicaba una mirada tierna. Suficiente agobio tenía ya de por si con toda la presión que su madre la hacía en los estudios para que hasta en la cena de navidad hablara de ello.
Y de pronto mencionó la beca ERASMUS y fue como si a todo el mundo, sus tíos, abuelos, primos y demás les tiraran un cubo de agua helada en sus maravillosas galas que lucían con emoción.
-¿A Amsterdam?- Mencionó el abuelo Granolloers.
-Ajám...
-¿Tienes algún problema con Barcelona? Porque siento decirte, querida, que en Cataluña tenemos la mejor educación de toda España.
Cecilia asiente asustada ante la mirada de Joaquín, el abuelo de Xabi, que parece estar observando a la cosa más extraña y repugnante del universo. Traga saliva y levanta la mirada a toda la mesa, todos parecen esperar a que diga algo pero ella simplemente no tiene palabras..
Pero no tiene porque tenerlas, no se tiene porque excusar de que la hayan concedido una beca para estudiar, como antes alagaban es muy buena estudiante, se la merecía.
-No tiene ningún problema con Cataluña, don Granolloers, pero como joven que es tiene que descubrir nuevos mundos, aprender a vivir la vida, tiene que sacar a la luz ese instito digno de una persona viva, y encerrada en casa no lo consigue.
Cecilia mira a su padre embobada ante su pequeño e ilustre discurso. Como escritor que es siempre saca a relucir sus pensamientos por desentonados que sean pero además siempre lo hace de una forma tan bonita que Cecilia cae rendida ante sus pablabras. En cambio toda la mesa guarda un silencio sepulcral y en el aire se nota la incomodidad y el desacuerdo ante tal comentario, pero a Cecilia le dan ganas de levantarse y aplaudir a su padre. 
-Pedro, cariño, sabes que aquí está viviendo su vida mejor que en ningún lado.- Musita su madre a su lado.- ¿O no? Barcelona es la mejor ciudad para los jóvenes, la más cultural y bonita que hay en todo el mediterráneo.
Pero por mucho que su madre intente salvar la situación las palabras de su padre han calado muy hondo en las almas de esta familia que lleva la palabra "Patriota" tallada a fuego en la frente.
-¿Y cuándo pensabas comentarme que te habían dado la beca, Cecilia?- Dice a su lado Xabi, con la mirada perdida en el plato que tiene en frente.
-No pensé decirlo, a nadie. No voy a aceptarla.- Dice tan bajito que las palabras quedan entre ellos dos.
Entonces su padre deja estrepitosamente los cubiertos caer en su plato de porcelana inglesa y la mira, si no se equivoca, un tanto defraudado. Su abuela la mira estupefacta, pero en cambio Xabi parece contento por haber elegido la respuesta correcta.
-¿Alguien quiere postre antes de las uvas? Mi tía ha preparado un tiramisú digno de degustar.- Dice Xabi levantandose de la mesa con esa sonrisa suya de un tipo encantador que tiene a la madre de Cecilia encandilada. Y entonces susurra bajo su hombro.- Tú acompáñame a la cocina.- Y Cecilia se levanta como presa de sus palabras.
-¿Desde cuándo tienes la beca?- Dice seco y duro. Sus palabras caen redondas en el silencio que se cierne sobre la cocina.
-Me lo dijo el director Francisco el último día del trimestre.
-¿Cuándo echaste la solicitud?
-No la eché yo.
-¡No me mientas!- Grita y su cara se enciende de ira. ¿Por qué se comporta así? Ni siquiera sabía que podía contener tanta energía en todo su cuerpo.
-No te miento, -Rechista Cecilia.- no lo sabía, don Francisco la echó sin mi permiso, confiaba en mi o algo así, quería que descubriera mi instinto periodistíco y...
-¿Sabes dónde estás? En Cataluña, Barcelona. No todo el mundo puede permitirse estar en tu estatus, con tus oportunidades, no sabes lo que tienes y quieres abandonarlo.
-¡No os estoy abandonando! Es una puta beca.
-¡CECILIA! No puedes irte a la aventura sin dinero, sin casa, con una maleta y una beca en una universidad. Tú no eres así, eres mi novia formal y catalana, no una hippie que va de un lado a otro con una mano delante y otra detrás. Tú no eres así.
Y esas palabras se clavaron tan rápido como balas en su corazón, una a una, y tan dolorosas como granadas. Entonces algo hizo "clic".
Las palabras de su abuela... "Parece una lechuga viviente, es como si le hubieran quitado la chispa de la vida y mi Ceci es la diversión en persona." "Desde que estás con ese chico no eres la misma..."
La confianza que su padre depositaba en ella, de que cogiera y aprovechara esta oportunidad.
 Hasta ahora no lo había visto, pero todos confiaban en ella, sus amigas de toda la vida, su padre, su abuela... la lista es corta pero ahora tenía claro que aunque ninguno hubieran dicho nada todo confiaban en que algún día se quitara esa máscara y saliera a la aventura.
-Yo soy así, mi querido Xabi, pero tú no lo sabes. Y te lo voy a demostrar.- Y tras decir esto da media vuelta y sale de la cocina dejandole solo con la palabra en la boca.
Sabía que se estaba jugando mucho, ya solo el hecho de haber dejado así a Xabi la hacía temblar. Pero también notaba esa adrenalina corriendo por sus venas, y ahora sólo quería darse cuenta de eso, del pequeño palpito que inundaba su corazón y de ese sentimiento de juventud que iba llenándola las entrañas.
-Haber, disculpad, quiero decir algo.- Grita cuando llega a la mesa. Todos callan de inmediato y se la quedan mirando. Ella recorre la sala con la mirada, hay una mezcla de odio, repulsión, cariño y desconfianza. Es ahora o nunca, piensa para sí mismo. Aprovecha sus últimos segundos antes de explotar.- Me voy. De la cena y a Amsterdam. Lo siento mucho pero necesito ir, no lo sabía pero algo dentro de mí me esta gritando que huya de aquí. No odio Cataluña, es mi casa, pero ahora me siento muy pérdida, no sé quien soy.. bueno mejor en quien me he convertido.- Estas últimas palabras las dice más para si misma que para todos ellos.- Y necesito encontrarme. No hay opción a discusión sobre esto, la decisión está tomada.
-¡Claro que no!- Grita Xabi a mis espaldas corriendo hacia el comedor.
-Ohh, claro que sí.- Dice mirándole con desprecio.- Ya es hora de ser feliz.- Lo mira directo a los ojos y por una vez no se acobarda ante su mirada, por una vez ella se siente poderosa. Se vuelve a dirigir a la mesa dónde todos permanecen boquiabiertos.- Espero que tengáis una fin de velada entrañable, yo me voy a la fiesta de la playa. Feliz año nuevo a todos.- Les dedica una dulce sonrisa de despedida, una de suficiencia a Xabi y se aleja al ropero a coger su abrigo.
-Cariño- la sobresalta su padre. Ella pega un brinco ante el susto y lo mira sin deternese.- estoy muy orgulloso de ti, sabía que algún día lo harías, y no has podido elegir mejor momento.- La besa fraternalmente la mejilla y la sonríe.- Pásatelo muy bien en la playa, en serio, hazlo.
Y tras su breve pero de nuevo inspirador discurso Cecilia se echa en brazos de su padre mientras él la aprieta fuerte contra sí. Está al borde de las lágrimas.
-Te quiero mucho hija mía, no lo olvides nunca.
-Jamás.- Le abraza fuerte una vez más antes de abrir la puerta y huir hacia una nueva vida.



La música retumba desde el aparcamiento de la playa. Quedan menos de cinco minutos para que empiecen las campanadas y la arena esta a rebosar. Cecilia sale de su pequeño Mazda rojo y empieza a correr hacia la multitud. Se quita los tacones para poder ir más rápido y al fin lega a la arena. Decir que está abarrotado de gente es quedarse corto. Pero de pronto ve unas manos saludándola y en seguida reconoce a las tres chicas que la miran divertidas y extrañadas y va hacia ellas.
-Pero mirar a quién tenemos aquí, nuestra pequeña secretaria.- Dice riéndose Anna y las tres gritan al unísono rompiendo después a carcajadas. Anna ya tiene las mejillas coloradas por el fervor del alcohol y no para de lucir su maravillosa sonrisa, que le contagia a Cecilia.
-¿Qué haces aquí?- Grita Dudu por encima de la música y las voces que invaden el ambiente.
-He plantado a los Granoellers, señoras y señores, ¡soy libre, me voy a Amsterdam!
Las tres gritan alzando sus vasos de plástico al aire y Cecilia grita con ellas. Por fin siente sus 22 años, esta soy yo, dios mío como podía haberlo olvidado.
-Oh mierda, no tienes champán. ¡Ni uvas! Van a ser las campanadas ya, voy corriendo a pedirte unas.
-¿A quién?- Le pregunto a Carlota.
-A los chicos, tía que hemos ligado.- Las tres se ríen y miran a la barra que hay a 20 metros a nuestra derecha. Hay muchísima gente así que no consigo identificar a quienes se refiere pero las sonríe toda orgullosa por su hazaña.- Ahora vuelvo.- Dice, y se deshace entre la multitud.
-¿Así que has aceptado la beca pequeña secretaria?- Dice Dudu colgándose de mi brazo.
-Ajá. he llamado al director de camino aquí. Creo que le he interrumpido la cena de navidad.- Y Se ríe ante el recuerdo de la llamada.
-¡No jodas! ¿Acabas de llamar al director ahora mismo? Loca, es nochevieja.- Exclama divertida Anna.
-Lo sé, por eso mismo, hoy toca descontrolarse. ¡ME VOY A AMSTERDAM, SEÑORES, ME VOY A AMSTERDAM UEHHH!
Y un grupo de gente que les rodea grita con ellas al unísono. Entre la multitud aparece Carlota con cinco chicos guardándola las espaldas. Uno la tiene cogida por la cintura cuando la brinda un vaso con champán y un racimo de uvas.
-¿Has aceptado?- La grita y ella asiente con la mejor de sus sonrisas.- ¡Esa es mi chica!
-Van a empezar las campanadas, todos preparados.- Grita alguien por encima de todas las voces. Se ponemos en círculo mirándose todos, sus tres mejores amigas que la han apoyado siempre en todas sus decisiones y sus cinco nuevos ligues.
-Una,- exclaman al aire de Barcelona y todos se meten una uva en la boca.-, dos, tres, cuatro...
Como siempre la cuenta va demasiado rápido y cuando por fin llegan a 12 Cecilia aún tiene casi todas las uvas en la boca. Se miran todos y corren a abrazarse en grupo.
-¡¡Feliz año nuevo chicas!!- Grita uno de los chicos que abraza a Cecilia por la espada.
-¡Feliz año!- Gritan ellas.
Cecilia grita a todo pulmón y las chicas la siguen, tiran el racimo vacío al suelo y se abrazan como si llevarán años sin hacerlo. Después de muchos meses ha vuelto la Cecilia de siempre.



El sonido de un exprimidor despierta a Cecilia. Y en cuanto abre los ojos se da cuenta de lo mucho que le pesan los párpados que parecen rocas, sin hablar de la cabeza que parece tener millones de niños pequeños dentro dando patadas y bailando al coro de "¡Feliz año nuevo!". Se incorpora a duras penas y se da cuenta que está tirada en un sofá de un sitio que no conoce. Anna está medio tirada encima suya dormida del todo, Carla está dormida sobre el pecho de un chico de rizos rubios en el suelo y a su lado Dudu está entre otros dos chicos sin camiseta, ella por suerte un poco más tapada. 
No sabe dónde están, porque por más que mira de un lado a otro no sabe encontrar algo que se asemeje al recuerdo de la casa de alguien que conozca. 
Una puerta blanca que hay en frente del sofá se abre y aparece un chico de cabello castaño y ojos claros en boxers, la boca se le cae hasta el suelo mientras tras él sale otro chico en las mismas circustancias con un vaso de zumo de naranja en la mano.
-Buenos días preciosa, ¿quieres desayunar?- Le dice el primero con una arrebatadora sonrisa.
-¿Qué hicimos anoche?- Y entonces se intenta cubrir el cuerpo con las manos en un acto un tanto inocente. Ambos se ríen al verla mientras Cecilia se sonroja.
-Nada tranquila, sigues intacta.- Dice el segundo chaval que se sienta en frente de ella. Este en cambio tiene los ojos oscuros, pero es igual de guapo que el primero.
-Ninguna ha...- Dice entrecortadamente ante la humillación que está empezando a sentir.
-No, ni siquiera os habéis quitado la ropa.- Se ríe el primero.
-Vosotros no habéis sido tan tímidos por lo que veo.
-No, la verdad es que quisimos más pero vosotras estábais muy borrachas y tenías bien claro que queríais celebrar la... ¿resurección de la antigua Cecilia, no? Algo así, estabais muy mal anoche y no quisimos aprovecharnos.
Entonces la aturdida y dolorosa cabeza de Cecilia empieza a recordar pequeños fragmentos de la noche anterior y no puede evitar sonreír. 
-Fue una buena noche.- Dice el segundo.
-La mejor de todos los tiempos.- Masculla, y se vuelve a tumbar en el sofá sin poder quitar la sonrisa que tiene en los labios.



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¡BUENAS A TODOS!
Aquí está el primer capítulo de "The Cecilia´s Untitled Project". Es un pequeño aperitivo de todo lo que se nos viene encima. Lo he hecho en un narrador omnisciente pero no me ha gustado la experiencia así que de aquí en adelante la narradora será Cecilia.
Excepto este cambio todo seguirá igual. Hasta ahora, ¿qué os ha parecido el capítulo? ¿Os gusta la trama? No dejeis de comentar y de decirme cualquier cosa que se os pase por la cabeza, sin miedo que no muerdo jajaja
Nos vemos en el segundo capítulo amores <3<3<3


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